CIUDAD
Inauguración de la temporada de playas: una mentira
¿Esto es lo que tenemos para ofrecer al turismo?
¿Playas en mal estado, sin servicios y con concesionarios inexistentes?
El Intendente Municipal, Ing. Martín Balbarrey, dejó inaugurada la temporada de playas. Según las propias palabras del Secretario de la Producción, las acciones emprendidas por la Municipalidad para la temporada “son un éxito”. Pero, ¿tan así es la cosa?
Haciendo una recorrida por las playas ubicadas en torno a la Laguna Setúbal podemos ver que el estado de los balnearios es deplorable.
El día que se inauguró la temporada de playas, en el Sector I de la Costanera no se prestó ningún tipo de servicios. No funcionaron los baños ni el bar. Ni sombrillas hubo. ¿Piedras Blancas?… bien, gracias. En el Espigón I solo funciona un barcito, no hay más servicios. Ni siquiera baños. Parte de la playa está ocupada por las obras de la futura “Playa Grande” y no se puede usar. El resto es un yuyal. En el Espigón II, la situación es similar. El único “servicio” que se presta son tres sombrillas de paja. No hay baños, ni bar, ni nada.
Lo llamativo de todo esto, además es la precariedad de los contratos de concesión de los paradores de la costa. Muchos de ellos hace mucho tiempo que han caído y entendemos que según la ordenanza que los regula, (o debería hacerlo) el no pago del canon es motivo suficiente para la no renovación de la concesión. Es decir, el Municipio debería haber rescindido el contrato hace varios meses atrás, sin embargo…
LOS BARRIOS
El barrio Sargento Cabral de los años 30
Mina Scheer relata cómo era el barrio Sargento Cabral de los años ‘30
Nos cuenta que en 1936 compraron un lote en remate e hicieron una casa y un local. Todo era yuyales y árboles. También había chalets y casas antiguas sobre General Paz, donde funcionaba la escuela Drago. Recuerda al edificio de Chapoteaux, que se utilizaba como biblioteca barrial y en el fondo estaba la quinta de los Panchaud, donde los fines de semana se observaba una caravana de coches que se dirigían allí para hacer picnics en medio de una inmensa polvareda, pues en esa época el regador no pasaba y el barrio carecía también de electricidad y agua corriente. Sólo había dos líneas de colectivos que demoraban bastante en pasar. De más está decir que no había calles asfaltadas... los días de lluvia eran una trampa para los automovilistas desprevenidos. Aún recuerda cuando alguno quedaba atrapado en esos lodazales, no tenía más remedio que esperar el día para pedir auxilio. De mañana los despertaban los gallos, el lechero que traía la leche embotellada, el panadero, el verdulero, el carbonero (ya que aún no habían aparecido las cocinas a gas), el botellero, etc.
Alrededor de las nueve y media repartían el diario El Litoral, pero casi era imposible leerlo debido a la cantidad de mosquitos.
Pasó el tiempo... las grandes extensiones de terreno fueron loteadas, los centenarios eucaliptos fueron talados. Mina asegura que le produjo una enorme tristeza verlos caer con sus raíces arrancadas, dejando un gran hoyo en el suelo. Los pinos de la General Paz corrieron la misma suerte a fin de poder ensanchar la avenida.
Han pasado más de setenta años y, sin embargo, no puede menos que admirar y sentirse orgullosa del barrio Sargento Cabral, que de noche se viste de gala con sus negocios con letreros luminosos, el tránsito impresionante a toda hora y multitudes de gente por todas partes.
TARJETA AMARILLA
Hay que agradecerle a la Municipalidad la preocupación por el estado atlético de los santafesinos. La verdad es que hay que ser un súper atleta para poder tomar un poquito de agua en la costanera, no? Salto rana, vamos…no se me quede mirando…!